Peter Winch, Paidós I.C.E./U.A.B., Barcelona 1994, 167 págs.
Los intereses editoriales hacen de vez en cuando que sucedan cosas semejantes con libros que posee cierta relevancia para el la comrpensión de los estados de la cuestión en la actualidad. Es el caso de estos cuatro ensayos de Peter Winch, que aparecen 30 años más tarde de su publicación en inglés; unos artículos que se consideran ya canónicos para la antropología social, la sociología del conocimiento y para la teoría del conocimiento en las soluciones que estas proponen al relativismo cognitivo y cultural. Por otro lado la versión que publica Paidós es la traducción de Nicolau y Llorens que ya ha corrido durante años en la Universidad de Valencia bajo la tutela de Nicolás Sánchez. Sánches aparece en un modesto cardo de revisor técnico y la introducción está realizada por Salvador Giner, director del Instituto de Estudios Sociales Avanzados, y catedrático de Sociología en la Universidad Pompeu Fabra. Giner se ve de manera inmediata en la necesidad de definirse en contra de Winch, y a favor del humanismo europeo tradicional. Según Giner la posición de Winch es, en definitiva, la de un relativismo extremo, y un escepticismo sin salvamento, puesto que considera imposible la tarea de comprender la acción social de culturas extrañas a la nuestra. Tal actitud conduce a un "agnosticismo epistemológico extraordinario, y tal vez, por una senda descarriada a justificar posiciones existencialistas" (p. 21). Giner quiere jugar en esa batalla contra el agnosticismo a favor de los "universalistas", aquellos que pelean a favor de los derechos inalienables de la persona y la naturaleza humana en cuanto tal; a pesar de todo, confiesa que esas expresiones universalistas no tienen el monopolio de la capacidad de engendrar valores universales. Quien conozca la filosofía de Peter Winch probablemente pasará de largo esta introducción; a quien no la conozca le sería de interés comprobar en las páginas siguientes de Winch si se merecía esa presentación. De cualquier manera la simplificación del problema en la metáfora de una contienda universalistas versus relativistas no parece la más adecuada.
Comprender una sociedad primitiva es el primero de los ensayos que abren la serie sobre el relativismo cognitivo y cultural. Ya es conocido que Winch inicia el artículo haciendo una aguda crítica a la interpretación de Evans-Pritchard de la institución de los oráculos en los Azande. La crítica de Winch posee todas las características que la crítica wittgensteiniana a la Rama Dorada de Frazer. A continuación Winch establece sus diferencias con A. MacIntyre en su artículo Is understanding religion compatible with believing?, y A Mistake about causality in social science. MacIntyre sigue cayendo en el mismo error que Pritchard al considerar un tipo de racionalidad etnocentrista. Winch da por demostrado, y quizá por eso haya sido tachado de relativista, que no podemos hacer que las cosas se nos aparezcan a nosotros tal como se les aparece a una sociedad extraña a la nuestra, y que por tanto el intento de comprensión de la institución mágica, solo podría intentarse haciendo una ampliación de nuestro concepto de racionalidad. Pero al mismo tiempo Winch quiere establecer las bases y los límites de la comprensión inter-cultural. Los ritos mágicos poseen una carácter inteligible de por sí y en la medida que se ven conectados a la vida Azande en su significación y como totalidad. Toda sociedad humana posee unos criterios de racionalidad, a través de la cual, dota de sentido y valora su propia vida; de este modo, los puntos permanentes en los que ese concepto es puesto en juego son, según la tríada elotiana, nacimiento, sexo y muerte. Winch desplaza el problema del relativismo cognitivo al relativismo moral; cierra con este artículo los pseudo-problemas que se habían desarrollado hasta su aparición y acuña la terminología en la que habrá de continuar la discusión sobre el relativismo. Lenguaje, creencia y relativismo, es una discusión con Trigg, sobre una de las consecuencias de Comprender una sociedad primitiva. Winch quiere mostrar que la gramática del lenguaje no constituye una teoría acerca de la realidad. Aunque el origen del asunto es wittgensteiniano la solución de Winch es original en la medida que discute con un contemporáneo suyo y con la idea racionalista, también surgida de Pritchard, de que el oráculo Azande es una superstición que lleva consigo una imagen del mundo falsa o equivocada. Si queda descalificada la idea de que la gramática del lenguaje no expresa la imagen del mundo o de un sistema de creencias, entonces tales expresiones gramaticales no pueden quedar ratificadas ni refutadas por la manera de cómo es efectivamente el mundo (para nosotros o para ellos). En Naturaleza y convención Winch pone en duda la famosa distinción popperiana entre hechos y decisiones, para dar su visión de la famosa dicotomía entre la lógica de las ciencias humanas y ciencias naturales. La idea de Winch es minar el prejuicio de que no hay normas en la conducta humana que sean como puntos fijos y se repitan en todas la culturas, y que todo lo concerniente a la moralidad humana tiene un carácter convencional. Es probable que Giner no haya llegado hasta aquí en la lectura de su propia edición, si nos fiamos del contenido de su introducción. El caso es que Winch argumenta a favor de unos transcendentales trans-culturales que se cumplen en toda cultura respecto al lenguaje: por ejemplo, la veracidad a priorica de los enunciados del lenguaje, o la idea de integridad, necesaria en todas las instituciones culturales. Naturaleza humana es otro ataque contra MacIntyre, pero en este caso contra la idea que expuesta en la Historia de la ética de la necesidad de determinar qué pertenece a la moral dentro de las necesidades humanas. Según Winch si se mantiene que la misma naturaleza humana es algo cambiante, y sus necesidades fluctúan continuamente, entonces las necesidades no pueden funcionar como expliación de los códigos morales. Pero eso es el origen de un error al que hay que darle la vuelta. Lo que adscribimos a la naturaleza humana no determina aquello a lo que podemos dar sentido o no; por el contrario, lo que podemos dar sentido es lo que determinan lo que podemos adscribir a la naturaleza humana. Y por eso el concepto de naturaleza humana no es algo fijo sino móvil. MacIntyre intenta evitar las cosecuencias relativistas de su propia argumentación en favor de la movilidad concepto de naturaleza humana, afirmando que lo que no es variable en la consideración de la naturaleza es que una moral inteligible deba hacer posible la satisfacción de las necesidades cuando los actores se comportan como se les exige moralmente. Pero, dice Winch, este malabarismo de palabras puede sostenerse en la medida que uno está dispuesta a vaciarlo de contenido. Según Winch la discusión sobre el criterio de la naturaleza humana respecto a la cuestión moral, es fértil y correcta en la medida que no zanja los problemas de una vez por todas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario