jueves, 22 de julio de 2010

Gattaca (1997) - Textos para reflexionar

De Andrew Niccole con Ethan Hawk, Uma Thurman y Jude Law

TEXTO 1

Los cuatro errores.— El hombre ha sido educado por sus errores: primero, se veía siempre tan sólo en forma incompleta; segundo, se atribuía a sí mismo propiedades ficticias; tercero, se sentía estar en una falsa jerarquía con relación a los animales y la Naturaleza; cuarto, inventaba cada vez nueva tablas de valores y por un tiempo las consideraba eternas y absolutas, de moda que ora éste, ora aquel impulso y estado humano ocupaba el primer lugar y era ennoblecido a consecuencia de esa valoración. Si se descuenta el efecto de estos cuatro errores, quedan también descontados el humanitarismo, la humanidad y la “dignidad humana” (F. Nietzsche, La Gaya Ciencia, § 115).

TEXTO 2

Es cierto que cuando la lucha se suspende (polemos y logos, sustantivo y verbo) no desaparece el ente, pero el mundo se desvía. El ente ya no se afirma (es decir, no se mantiene como tal). Sólo llega a ser lo que sale al encuentro (...) lo preparado, lo que como tal es disponible (...). El ente se convierte en objeto, sea de contemplación (aspecto, imagen), sea de hacer, entendido como producto y cosa de cálculo. Lo que mundaniza en sentido originario, la fisis, se reduce ahora a ser modo de imitación y copia. La naturaleza se convierte así en un dominio especial, diferente del arte y de todo lo que se puede edificar y es conforme a plan (M. Heidegger, Einfürhung in der Metaphysik, Niemeyer, Tubinga 1953, 28).

TEXTO 3

Labor, trabajo y acción y sus correspondientes condiciones están íntimamente relacionadas con la condición más general de la existencia humana: nacimiento y muerte, natalidad y mortalidad. La labor no sólo asegura la supervivencia individual, sino también la vida de la especia. El trabajo y su producto artificial hecho por el hombre, concede una medida de permanencia y durabilidad a la futilidad de la vida mortal y al efímero carácter del tiempo humano. La acción, hasta donde se compromete en establecer y preservar los cuerpos políticos, crea la condición para el recuerdo, esto es, para la historia. Labor y trabajo, así como la acción, están también enraizados en la natalidad, ya que tienen la misión de proporcionar y preservar –prever y contar con- el constante aflujo de nuevos allegados que nacen en el mundo como extraños. Sin embargo, de las tres, la acción mantiene la más estrecha relación con la condición humana de la natalidad; el nuevo comienzo inherente al nacimiento se deja sentir en el mundo sólo porque el recien llegado posee la capacidad de empezar algo nuevo, es decir, de actuar. En este sentido de iniciativa, un elemento de acción, y por lo tanto de natalidad, es inherente a todas las actividades humanas. Más aún, ya que la acción es la actividad política por excelencia, la natalidad, y no la mortalidad, puede ser la categoría central del pensamiento político, diferenciado del metafísico (H. Arendt, La condición humana, Piados, Barcelona 1993, 22-3).

TEXTO 4

Antes de la Edad Moderna, que comenzó con la expropiación de los pobres y luego procedió a emancipar a las clases sin propiedad, todas las civilizaciones se habían basado en lo sagrado de la propiedad privada. La riqueza, por el contrario, privadamente poseída o públicamente distribuida, nunca fue sagrada. En sus orígenes, la propiedad significaba ni más ni menos el tener un sitio de uno en alguna parte concreta del mundo y por lo tanto pertenecer al cuerpo político, es decir, ser el cabeza de una de las familias que juntas formaban la esfera política. (...) Lo sagrado de lo privado era como lo sagrado de lo oculto, es decir, del nacimiento y de la muerte, comienzo y fin de los mortales que, al igual que todas las criaturas vivas, surgían y retornaban a la oscuridad de un submundo. El rasgo no privativo de la esfera familiar se basaba originalmente en ser la esfera del nacimiento y de la muerte, que debe ocultarse de la esfera pública porque acoge las cosas ocultas a los ojos humanos e impenetrables al concocimiento humano. Es oculto porque el hombre no sabe de dónde procede cuando nace ni adónde va cuando muerte (H. Arendt, La condición humana, Piados, Barcelona 1993, 70-1).

TEXTO 5

La naturaleza y el cíclico movimiento enel que ésta obliga a entrar a todas las cosas vivas, desconocen el nacimiento y la muerte tal como los entendemos. El nacimiento y la muerte de los seres humanos no son simples casos naturales, sino que se relacionan con un mundo en el que los individuos, entidades únicas, no intercambiables e irrepetibles, aparecen y parten. Nacimiento y muerte presuponen un mundo que no está en constante movimiento, pero cuya cualidad de durable y de relativa permanencia hace posible la aparición y desaparición, que existía antes de la llegada de cualquier individuo y que sobrevivirá a su marcha final. Sin un mundo en el que los hombres nazcan y mueran, sólo existiría la inmutable y eterna repetición, la inmortal eternidad de lo humano y de las otras especies animales. Una filosofía de la vida que no llegue a la afirmación de la “eterna repetición” (ewige Wiederkehr, de Nietzsche) como el más elevado principio de todo ser, simplemente no sabe de lo que está hablando (H. Arendt, La condición humana, Paidós, Barcelona 1993, 110).

TEXTO 6

Con madera tan torcida como la de que está hecho el hombre no se puede construir nada completamente recto (I. Kant, Idee zu einer allgemeinen Geschichte in weltbürgerlicher Absicht, 1784).

TEXTO 7

Mira la obra de Dios. Quién podrá enderezar lo que El torció (Ecliasiastés 7, 12).

REFLEXIÓN

Hay que imaginar que se trata de una sociedad que ha llevado con éxito el proyecto ilustrado: dominar la naturaleza con la razón científica. Puesto que por encima de cualquier dominio se consigue el dominio del genoma humano, creyendo con ello que se somete al arbitrio de la razón científica la conducta, nos encontramos en una sociedad entre superhombres iguales y un submundo de hijos del azar que tratan de sobrevivir. La identidad son el ADN, más allá de cultura, género o clase. Si Nietzsche imaginó alguna vez una igualdad auténtica se refería a esta: la natural. Para este tipo de sociedad lo estigmatizado es lo no previsto, el azar, y la imperfección ínsita en las células. Si todas las culturas han fabulado mitológicamente la primigenia escisión que habita en la humanidad, llámese pecado original o inidentidad, nos encontramos en un estado de la civilización que puede deshacerse del más arcaico de los prejuicios: nuestra cultura que es una conversación sobre el bien y el mal, lo humano y lo inhumano, lo deseable o aborrecible, que comenzó con Platón, ha llegado a su fin. La iluminación de los exteriores de la película y los decorados decadentes dan a entender ese crepúsculo del humanismo europeo: El sol clásico no volverá a brillar jamás, se lamenta Nietzsche. Por mucho que el genoísmo sea ilegal la superioridad de los válidos está dada de antemano, su libertad consiste en cumplimentar a la perfección la función que la sociedad racionalmente organizada les confiere: el arbitrio se considera un producto de la debilidad. Pero el dominio de las causas es imposible como dice el lema del libro sagrado. El azar es más poderoso que la previsión y además es la única manera que aparezca lo nuevo, lo extraordinario. El riesgo de llegar a ser lo que quiere ser Vincent lo convierte en un héroe, contra todo lo esperado ofrece una nueva versión de la identidad humana en términos de consecución de lo imposible: su identidad se encuentra más en las estrellas que en el mundo organizado, y aunque es un inválido va a engañar a la estación que prepara a los válidos astronautas. A pesar de que su hermano, un válido, poseía de antemano todas las condiciones para llegar a ser con toda propiedad un hombre, es Vincent el que le da la lección sobre humanidad: no dejar nada para el camino de vuelta, apostar hasta lo propio para llegar a ser lo que eres. También Jerome, el válido que le presta su identidad para su hazaña, participa de su humanidad inalcanzable. Siendo un fracasado va a ser el portador del sueño de Vincent. Lo único valioso que tiene: sus células que son su nombre, formarán parte del viaje a Titán. Más allá del lanzamiento su propia vida no tiene sentido. El médico formula en el último control el contenido de este tipo de identidad narrativa que se demuestra muy por encima de la identidad genética: Nuestro hijo no es lo que nos prometieron. Quién sabe lo que podría llegar a hacer. Tal como entendían los griegos la acción y la libertad: es su irrepetibilidad lo que constituye la identidad de los verdaremente hombres e iguales. Entre los hombres libres, interpares, el reconocimiento se basa en las acciones y los discursos. Es esta la superioridad que propone el humanismo griego y que más tarde se extendió a toda la civilización con el cristianismo o el estoicismo: todos somos iguales porque Dios nos ha nombrado o porque poseemos la chispa de Zeus.

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