lunes, 26 de julio de 2010

LADYBIRD, LADYBIRD (1994)


de Ken Loach con Crissy Rock, Vladimir Vega, Sandie Lavelle.

Ladybird es un hecho real. Maggie es una mujer inestable, madre de cuatro hijos de distintos padres. A causa de su negligencia, los cuatro están a punto de perecer en un incendio. La Asistencia Social une este incidente a otros puntos oscuros del pasado de Maggie, y decide retirarle la custodia de sus hijos. Esto produce el hundimiento moral de la protagonista que sólo se ve apoyada por Jorge (Vladimir) un refugiado paraguayo que podría ser el amor de su vida. Tan claro como el amor de Maggie por sus hijos es su incapacidad de escuchar, su agresividad. Puede el Estado legítimamente obtener poder sobre la custodia de una madre inestable?

La igualdad de oportunidades es un principio abstracto. La diferencia descansa sobre una adición trascendental que se añade al supremo principio moderno de autonomía del sujeto respecto de su pasado (linaje) o condición. Esta adición es la identidad social del comercio. La época posmoderna ha hecho del reconocimiento monetario los signos de la humanidad. El valor abstracto del dinero impone la diferencia con la medida que todos acatan su universalidad. Todos podemos vivir en el centro de Madrid (como posibilidad abstracta) o tener un Picasso en la sala de estar pero eso tiene un precio que a esas alturas ya no se paga con dinero, sino con ámbitos de podern en los que rige la ley del silencio –tan arbitrarios como el linaje al que se pertenece. La gran paradoja actual es que los partidistas que apostaron por el débil tienen los medios más poderosos para llevar a la práctica en la calle la guerra de las diferencias. El apoyo de la oligarquía que desde siempre se alineaba a la derecha está hoy emparentada con la izquierda. La defensa del interés general es siempre más rentable. El problema es que si se propone que el interés general es una región a la que solo unos tienen acceso, inmediatamente cualquiera que proponga desde la diferencia se convierte en un expoliador enmascarado. No sólo existe el liberalismo salvaje sino que institucionalmente no existe una ayuda que no sea un escalofón de ventajas para los poderosos. Es verdad que la asistencia social es necesaria: pero en ocasiones su poder puede crear aquello que quiere combatir. Los partidos políticos deberían ser juzgados no por sus ideas ni por su coherencia sino por sus resultados: Ladybird dice a gritos: no queremos defensores.

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