miércoles, 30 de junio de 2010

ALGUNOS HOMBRES BUENOS (A few good men - 1992)

de Rob Roiner con Tom Cruise, Jack Nicholson, Demi Moore.

Subgénero dramático-judicial. Proceso contra dos marines de la base norteamericana de Guantánamo (Cuba) que son acusados de asesinar a un compañero tras aplicarle un correctivo extradisciplinar. El alto mando quiere echar tierra sobre el asunto, así que encarga la defensa de los dos soldados al resolutivo teniente Kaffe que contará con la ayuda de la capitana Galloway. En contra del parecer de sus superiores ambos deciden llevar el caso hata la última instancia. Se tendrán que enfrentar así con un arraigado y discutible modo de entender el espíritu militar, encarnado por el violento coronel Jessep.

La Antígona militar: existe una ley que no han hecho los hombres. NOMOS-FISIS

¿Qué le lleva al teniente Kaffe a llevar el caso hasta el final y defender la inocencia de los marines? Defender la verdad aunque pueda tener consecuencias funesas. Desechar el trato-pacto puede significar cumplir cadena perpetua. El marine no quiere un trato porque no quiere licenciarse con deshonor, deshonrarse a sí mismo y al cuerpo. El cuerpo se rige por un código cuyo seguimiento implica estar dentro de la legalidad más profunda que la legalidad del derecho: el código rojo debe ser obedecido en cualquier circunstancia y por encima de cualquier otra ley: Unidad, Cuerpo, Dios, Patria.

El derecho no tiene más sentido que el pacto entre intereses si no está basado en otro código cuya finalidad última o categoría es la culpabilidad-salvación: aquello que debe respetarse para pertenecer dentro de los límites de lo humano. Pero es autónomo en la medida que eso puede implicar una pena superior a la del pacto: no se juzga la moral sino la corrección conforme a ley. Cuando Kaffe decide defender la inocencia incorpora el derecho dentro de esa nebulosa legalidad interna. A pesar de que “nos van a hacer polvo” se trata de salvar a esas personas del deshonor. ¿Qué ocurre cuando en una sociedad el derecho se emancipa de la moralidad y lo público se regula por unas normas cuya única credibilidad depende del castigo que lleva consigo (Cfr. Delitos y faltas, en donde se hace una comparación entre el castigo penal y el castigo eterno).

“El honor no es sólo una pegatina en el brazo”. Ha obedecido a algo que no debiera haber hecho. El honor hunde sus raíces en un código sobre el que no tiene ningún poder ni siquiera el Alto Mando. El marine decide apostar por la inocencia a pesar del castigo que ello acarree. Prefiere ser acusado de asesinato por ley que serlo por la ley interna. Si su falsa inocencia no es saldada el futuro no puede conjugarse con el pasado: “¿Qué haremos después?”. No quieren que su inocencia quede en la privacidad de su interior, no admiten la dualidad ética-derecho. Exigen que el derecho se haga cargo de su falsa inocencia aunque ese reconocimiento les cueste licenciarse con deshonor que es el reconocimiento negativo de su talante moral.

El coronel Markinson queda atrapado en esa aporía y no puede solucionarla más que con su destrucción: “No estoy orgulloso ni de lo que he hecho ni de lo que estoy haciendo”, entre su cógido y la legalidad externa porque con su complicidad en el caso considera que han quedado separados para siempre.

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