martes, 29 de junio de 2010

¿Se puede comprender una institución primitiva?

en “Paideia”, Actas de II Congreso de la Sociedad Académica de Filosofía, Santiago 2005

El estudio de las condiciones de posibilidad de la comprensión de acciones e instituciones extrañas a nuestra sociedad puede ser visto como una investigación conceptual sobre la comprensión en un caso límite. Puede considerarse entonces como piedra de toque para todo modelo que pretenda ejemplificar el modo de comprensión en las ciencias histórico-sociales. En el caso de Collingwood se vendría a ejemplificar el modelo de comprensión de la filosofía misma como una forma derivada de la comprensión característica de la vida ordinaria. La metafísica, más que el intento de averiguación de lo que encuentra más allá de la experiencia, es un estudio histórico sobre aquello en que descansa cualquier afirmación, juicio, acción, intención, institución, organización social, cultura, etc.. "En metafísica, como en cualquier campo de la historia el secreto del éxito [en la interpretación] es estudiar el fondo (background)"[1]. Cualquier juicio o intención positiva o negativa tiene como condición de posibilidad y comprensibilidad esta estructura de prejuicios, un telón de fondo sin el cual la interpretación sería imposible. Reconstruir, por tanto, un background distinto y extraño al del investigador es un reto para la cualquier ciencia humana y en especial para la antropología: en el análisis de las condiciones de posibilidad de su éxito se definen al mismo tiempo las condiciones de posibilidad de comprensión de la acción humana en general -cualquier forma de vida debe ser comprensible a partir de sus resultados y objetivaciones, aún en estado residual. Los esfuerzos que Collingwood dedicó al estudio de un tipo de saber que ha desaparecido en la civilización científica estaban inspirados en un intento de superar una interpretación de las comunidades primitivas que él consideraba errónea, no tanto por su resultado sino, sobre todo, por el punto de vista desde el que se hacían esas interpretaciones, o, lo que es lo mismo, por la errónea adscripción de un background inadecuado: "lo que trato de hacer es rescatar la palabra magia de esa condición en la que queda reducida a un término peyorativo sin sentido, para usarlo como un término con significado definido"[2]. Así es como introduce un esbozo de sus estudios antropológicos en Los principios del arte. Collingwood trata de desmentir una tesis muy extendida según la cual el mago y el científico son personas que tratan de dominar la naturaleza por aplicación práctica de un conocimiento científico, aunque uno lo hace de modo erróneo estableciendo conexiones místicas e inexistentes y otro en conformidad con la realidad objetiva. Se está refiriendo a los estudios de Frazer o Tylor. El principal error que achaca a esas teorías es la falta de conciencia histórica que impide la observación de los hechos históricos en su verdadera dimensión: una especie de traducción a nuestros términos en la que los elementos esencialmente mágicos quedan malinterpretados.

"Frazer y Tylor dicen que el salvaje que se corta las uñas y las destruye antes de ir a la batalla tiene una creencia en una conexión mística entre las uñas y el cuerpo del que han sido arrancadas, de tal manera que su destrucción redunda en el cuerpo del que proceden. El hecho observado es que el salvaje destruye sus propias uñas (de manera que una supuesta unión mística significaría el autosuicidio). Pero el hecho que serviría para explicar si fuera verdadera no es el hecho observado (que el salvaje destruye sus propias uñas). Puede decirse que la explicación que dan al hecho ocurre sólo en la mente del antropólogo, pues de otro modo -de no haber sido así- no habrían basado su teoría en un hecho falso (el temor a la destrucción de las uñas en sí), en lugar de basarla en el hecho verdadero que había observado correctamente. La teoría de la magia ha sido elaborada de tal modo que el carácter mágico de los hechos queda fuera de la explicación. En otras palabras la teoría es una resistencia débilmente enmascarada para no estudiar la magia"[3].

El mismo tipo de crítica recibe la interpretación de la magia como neurosis de Freud. La ceguera en su intento de explicación es de tal grado que no considera los hechos observados como tales. El más modesto historiador podría darse cuenta que

"la magia consiste esencialmente en un sistema de prácticas, en una técnica; por tanto la interpretación de la magia como neurosis no es capaz de ver que ningún mago puede conseguir lo que él quiere meramente queriéndolo, o que las cosas se realicen porque piense él que han de suceder. Por el contrario, es porque él sabe que no hay ninguna conexión inmediata de esta clase entre el deseo y el cumplimiento (y por ello mismo es muy distinto al paciente de Freud precisamente en el punto en que Freud lo compara) por lo que inventa o adopta una técnica como un término medio que conecta las dos cosas"[4].

El modo en que el antropólogo debe enfrentarse para comprender una institución extraña es el mismo modo en que se enfrenta a sus problemas el historiador. El historiador sabe que lo que le va a dar sentido a una acción determinada es su conexión con otras acciones y hechos históricos gracias a la imagen del mundo compartida por esa comunidad: no hay posibilidad de comprender una acción si se plantea como un hecho ininteligible que adquiere sentido sólo gracias al veredicto de lo que el presente considera racional o como válido. Muy al contrario, el historiador sabe que la acción posee una inteligibilidad propia y que la causa de que le parezca extraña una acción puede ser debida a que posee un criterio de inteligibilidad diferente del que posee el investigador. Ninguna teoría general sobre la conducta convencerá al historiador para hacer de su investigación histórica casos o ejemplificaciones de esa teoría. Las imágenes del mundo que dotan de inteligibilidad a las acciones e instituciones no pueden ser refutadas porque sólo a partir de ellas puede aceptarse o refutarse algo. Las constelaciones de presuposiciones absolutas se sitúan al mismo nivel de manera que puede afirmarse inicialmente su inconmensurabilidad. El estudio de la magia deberá intentar penetrar en la constelación de presuposiciones absolutas para interpretar el sentido del sistema de prácticas que parece en primera instancia extraño al antropólogo.

"Una presuposición absoluta no puede ser refutada por el veredicto de la experiencia, porque es la regla (yard-stick) con la que es juzgada la experiencia. Sugerir que la experiencia puede enseñar que mis hipótesis sobre los eventos desmienten su carácter mágico es como sugerir que la experiencia puede enseñar a la gente civilizada que no hay doce pulgadas en un pie y por tanto debemos adoptar el sistema métrico. En tanto que midas con pies o pulgadas, todas las dimensiones resultarán en esas unidades. En la medida en que creas en un mundo de magia, ese es el tipo de mundo en que vives. Si cualquier grupo o comunidad de seres humanos mantienen una creencia pan-mágica sobre el mundo, no es la experiencia lo que les sacará de ahí. Ciertamente pueden salir de ahí. Pero sólo por la influencia de otra poderosa visión del mundo ejemplificada normalmente en un hombre, o por el prestigio de otra comunidad"[5].

Sólo la tensión y discordia entre dos cosmovisiones puede ponerlas en contacto en la práctica. En tanto que apoyadas en formas de vida diferentes parace que el poder y subordinación respecto de la más fuerte permite la mezcolanza o la ampliación de cada una de ellas. Dos formas de vida son dos géneros supremos que no pueden unificarse en un género universal que las subsuma. Aquí se ha tocado fondo. La interpretación de la magia debería arrojar un resultado favorable si nos es posible comprenderla en la medida que responde a una forma de vida que nos debe resultar familiar. La magia será una institucionalización de algo que en la actualidad sigue dándose sin que posea una función social definida. La función de la magia tiene que ver con las actividades que ayudan a canalizar las emociones para la vida práctica. El modo de canalización de las emociones es una representación en donde se descarga una emoción o se la evoca para una función de la vida práctica. Sin embargo, resulta llamativa nuestra incapacidad para comprender este tipo de institución. Las investigaciones sobre las comunidades primitivas son vistas con más alarma que las prácticas "salvajes" en sí[6].

Es el mismo hecho mágico el que permanece sin explicación. Collingwood pone, para hacer visible el error de Tylor, el ejemplo de la destrucción minuciosa de las uñas del guerrero que entra en batalla. La explicación de Tylor consiste en comparar la conexión real de las uñas con el cuerpo con una conexión ideal debida a una creencia errónea del salvaje. A juicio de Tylor el salvaje no hace otra cosa distinta de la que nosotros hacemos cuando decimos que nuestras ideas corresponden con los hechos. El ser primitivo "aplica" en su conducta una red de conexiones entre causas y efectos ficticia. Pero según Collingwood es la misma acción mágica la que denota una imagen del mundo: su inteligibilidad no debe atribuirse a una explicación del mundo oculta; la expresión de la imagen del mundo es la imagen del mundo. "Lo que el salvaje hace es, supongo, algo muy diferente a esto: creer que la relación entre las partes separadas del cuerpo humano y ese cuerpo mismo de algún modo implica una posterior relación que es expresada diciendo que el daño que se haga a esa parte separada se la hará al cuerpo. Pero no se puede explicar este argumento bajo la concepción general de asumir que unas ideas corresponden a unos hechos. Es la misma idea la que necesita ser explicada"[7].



[1] An Essay on Metaphysics, Clarendon Press, Oxford 1940, p. 191.

[2] The Principles of Art, Oxford Univertiy Press, Oxford 1958, p. 57.

[3] Id. p. 61.

[4] Id. p. 62. Las cursivas son mías para hacer incapié en la utilización de un término que más tarde haría célebre L. Wittgenstein.

[5] An Essay on Metaphysics, pp. 193-4. En este caso la metaforización de la experiencia por la regla de medición no puede adscribirse con seguridad a la originalidad de Collingwood. Wittgenstein utiliza este término con el mismo sentido en repetidas ocasiones en su Gramática Filosófica de 1930.

[6] "El verdadero problema que suscita la magia es: ¿qué fuerza es la que actúa en la conciencia científica de los europeos modernos que les impide pensar directamente acerca de la magia? ¿Somos tan civilizados que el salvajismo se encuentra demasiado remoto de nosotros para que nos sea comprensible? ¿O la magia nos aterroriza tanto que simplemente no nos atrevemos a pensar con decisión sobre ella?" (The Principles of Art, p. 69).

[7] Id. p. 17.

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