¿Significa esto que en nuestra percepción de los valores no podrá tener lugar nunca ningún progreso? ¿Quiere todo esto decir que nos encontramos atados de una vez por todas a un código inmutable establecido definitivamente de una vez por todas? Y, en todo caso, ¿es posible hablar de obediencia a lo que llamamos Tao? Si consideramos del mismo modo, como hemos hecho, las morales tradicionales de Oriente y Occidente, la cristiana, la pagana y la judía, ¿no nos toparemos con muchas contradicciones e incluso con algún absurdo? Hay que admitir todo esto. Son necesarias una cierta crítica, una cierta eliminación de contradicciones e incluso un cierto desarrollo real. Pero hay dos tipos de crítica que son muy diferentes.
Un teórico de la lengua puede acceder a su lengua materna desde fuera, por así decirlo, considerando el "genio" o "espíritu" propio de esa lengua como algo que no tiene ningún derecho sobre él y proponiendo una total modificación de su idioma y ortografía, según los intereses de los intercambios comerciales o de la exactitud científica. Esto es una cosa. Un gran poeta que hay "amado, y que haya sido bien criado en su lengua materna", podrá a su vez modificarla ampliamente, pero sus modificacioines estarán hechas dentro del espíritu o del genio de la misma lengua: él actúa desde dentro. La misma lengua que las recibe será la que le inspire las modificaciones. Esto es una cosa completamente distinta: tan diferentes como las obras de Shakespeare son diferentes del inglés de la gramática. Es la diferencia entre el cambio desde dentro y la modificación desde fuera, entre lo orgánico y lo quirúrgico.
Del mismo modo, el Tao admite el desarrollo desde dentro. Hay diferencia entre un verdadero avance moral y la simple innovación. Desde el confuciano "no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti" hasta el "trata a los demás como quisieran que te tratasen a ti" cristiano hay un verdadero avance. La moralidad de Nietzsce es mera innovación. Lo primero es un avance porque nadie que no admita la validez de la antigua máxima podría ver razón alguna para aceptar la nueva, y cualquiera que acepte la antigua reconocerá que la nueva es una ampliación del mismo principio. Si rechaza la nueva, la rechazará como superflua o como algo que ha ido demasiado lejos, pero no como algo simplemente heterogéneo respecto a su propia vida de valor. Sin embargo, la ética nietzscheana sólo puede ser aceptad si uno está dispuesto a desechar las morales tradicionales como simples errores y entonces se pone a sí mismo en una posición en la que no se puede encontrar ningún fundamento en absoluto para los juicios de valor. Es la diferencia que hay entre un hombre que dice: "A tí te gustan las verduras frescas; ¿por qué no las cultivas tú mismo y las tienes perfectamente frescas?, y otro hombre que dice: "Desecha el pan y procura comer en vez de eso ladrillos y cienpiés". Aquellos que comprenden su espíritu y por él son guiados podrán modificarlo en las direcciones requeridas por el mismo espíritu. Sólo a ellos les son conocidas esas direcciones. El profano nada sabe de ellas. Sus inentos de modificación acaban, como hemos visto, en contradicciones. En vez de ser capaces de sanar las discrepancias de la letra penetrando en el espíritu, el profano se limita a tomar un precepto cualquiera, aquel sobre el que los avatares del tiempo y el lugar hayan llamado su atención en un momento determinado, y entonces lo conduce a la muerte sin poder dar ninguna razón. La única autorización para modificar el Tao proviene desde dentro del Tao mismo. Es lo que quería decir Confucio cuando afirmaba "es inútil consultar a quellos que siguen un camino distinto" (Analects XV, 39). Aristóteles decía que por esta razón sólo los que han sido bien criados y educados pueden estudiar ética con provecho. Al hombre corrompido, al hombre que se sitúa fuera del Tao, le es invisible el mismo punto de partida de esta ciencia. Este podrá ser hostil, pero no puede ser crítico, porque ni siquiera entiende de qué se discute. Por esto se dijo aquello: "Esta gente que no conoce la Ley es maldita" (Jn 7, 49) y "el que no crea, será condenado" (Mc 16, 16). Una mente "abierta" en cuestiones que no son fundamentales, es útil. Pero una mente "abierta" respecto a los fundamentos últimos de la razón teórica o de la Razón práctica es una idiotez. Si la mente de un hombre es "abierta" respecto de estas cosas, dejemos que al menos su boca esté cerrada. El no podrá decir nada. Fuera del Tao no hay base para criticar ni al Tao ni a ninguna otra cosa.
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