viernes, 28 de mayo de 2010

La abolición del hombre (21)

El poder de hacer de los otros lo que quieran

La naturaleza humana será la útima parte de la Naturaleza que se le rinda al Hombre. Entonces la bagalla habrá sido vencida. Habremos "tomado el hilo de la vida de las manos de Cloto" y por tanto seremos libres para hacer de nuestra especie lo que nos dé la gana. Indudablemente la batalla habrá sido vencida. Pero ¿quién la habrá vencido exactamente?

En efecto, como hemos visto el poder del Hombre de hacer de sí mismo lo que quiera significa el poder de algunos hombres de hacer de los demás hombres lo que quieran. Indudablemente la disciplina y la instrucción han intentado en todas las epocas ejercer tal poder. Pero la situación que se vislumbra serían nueva en dos aspectos. En primer lugar el poder habrá crecido enormemente. Hasta hora los planes de los pedagogos han conseguido muy poco de lo que en realidad muy poco de lo que en realidad pretendían. Cuando los leemos -para Platón cada niño debía ser "un bastardo educado en un organismo estatal"; Elyot querría que el niño no viese ningún hombre antes de los siete años y que no viese mujeres ni siquiera después; y según Locke los niños deberían llevar zapatos agujereados y no tener ninguna afición a la poesía- podemos estar bien agradecidos a la benéfica obstinación de las verdaderas madres y de las verdaderas nodrizas, y sobre todo, de los verdaderos niños por haber preservado para la especie humana la salud mental que aún posee. Pero los plasmadores de hombres de la nueva época estarán armados con los poderes de un estado omnicompetente y con una técnica científica irresistible. Tendremos por fin una raza de condicionadores que verdaderamente podrán modelar la posteridad en la forma que les de la gana.

La segunda diferencia es aún más importante. En los antiguos sistemas, tanto el tipo de hombre que los educadores querían producir, como los motivos que les inducían a ello, estabas prescritos por el Tao, una regla a la cual estaban sujetos los propios educadores, los cuales no pedían ninguna libertad para abandonarla. Lejos de modelar los hombres según esquemas elegidos arbitrariamente por ellos, daban lo que habían recibido: iniciaban al joven neófito en e misterio de la humanidad que le incluía tanto al neófito como a los educadores. No se trataba de otra cosa sino de aves adultas y expertas que enseñaban a volar a sus crías. Esto cambiaría. Los valores son hoy puros fenómenos naturales. Los juicios de valor han de ser inducidos en el alumno como parte de condicionamiento. Sea cual sea el Tao, ahora será producto de la educación, no su motivo. Los condicionadores se han emancipado de todo esto. Es una parte de la Naturaleza que ya han conquistado. Los impulsos radicales de la acción humana ya no son para ellos algo dado. Esos impulsos también se les han rendido, como en su día se les rindió la electricidad, y la función de los condicionadores será controlarlos, no obedecerlos. Ellos saben cómo producir la conciencia y deciden qué tipo de conciencia producirán. Por su parte, ellos se sitúan fuera, por encima de todo eso. Ciertamente estamos en al hipótesis de que estamos en el último estadio de la lucha del Hombre con la Naturaleza, y que ya se ha conseguido la victoria final. La naturaleza humana ha sido conquistada, dominada, y, naturalmente, se ha dominado cuál es el sentido según el cual interpretamos hoy esa palabra.

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