Este último punto no siempre es puesto suficientemente de relieve, porque los que se dedican a temas sociales no han aprendido aún a imitar a los físicos, que n odejan nunca de incluir el tiempo entre las dimensiones. Para entender plenamente lo que significa el poder del Hombre sobre la Naturaleza, y por tanto el poder de unos hombres sobre otros, debemos considerar la misma especie humana en el tiempo, desde el momento de su aparición hasta su extinción. Toda generación ejerce un poder sobre sus propios sucesores. Y también toda generación, en cuanto modifica el ambiente que se le ha transmitido y se rebela contra la tradición, resiste y pone límites al poder de los propios predecesores. Esto altera el cuadro que a veces nos hacemos de una progresova emancipación de la tradición y de un progresivo control del poder humano. En realidad, es evidente, que si una generación alcanzase realmente el poder de hacer de sus descendientes, a través de la eugenesia y la instrucción científica, lo que quisiera, todos los hombres nacidos posteriormente dependerían de ese poder. Y serían más debiles, no más fuertes. En efecto, aún habiendo puesto en sus manos máquinas extraordinarias, habríamos preestablecido también la manera en que deberían usarlas. Y si, como es casi evidente, la generación que hubiera alcanzado de ese modo máximo ede poder sobre la posteridad fuese también la más emancipada de la tradición, se empeñaría por reducir el poder de sus sucesores. Además, hemos de tener presente que, indepedientemente de esto, cuanto más posterior sea una generación -es decir ma´s cercana a la extinión de la especie- menos poder tendrá sobre el futuro, puesto que sus sujetos serúan ya pocos. Por tanto, no se puede hablar del poder transmitido a la especie como un todo en continuo aumento hasta la extinción de la especie humana. Los hombres, lejos de heredar poder, estarán cada vez más sujetos que los anteriores a la hipoteca de los grandes planificadores y condicionadores.
El cuadro más verosímil es el de la generación de una cierta época -por ejemplo, en el siglo cien después de Cristo- que resistiese victoriosamente a todas las épocas precedentes y dominase incondicionalmente a todas las épocas sucesivas, alzándose así como verdadera señora de la especie humana. Pero en este momento, dentro de tal generación -dueñoa (que sería una pequeñísima minoría en la totalidad de la especie) el poder sería ejercido por una minoría todavía más exigua. Si los sueños de algunos planificadores científicos llegara a realizarse, la conquista de la Naturaleza por parte del hombre correspondería al dominio de unos pocos centenares de hombres sobre billones y billones de otros hombres. No hay, y no puede haber nunca simple aumento de poder por parte del hombre. Cada paso adelante nos deja a la vez más débiles y más fuertes. En cada victoria, el hombre además de ser el general triunfante es también el prisionero que sigue el carro triunfal.
Todavía no nos hemos planteado si el resultado global de semejantes victorial ambivalentes es un bien o un mal. Sólo estoy tratando de esclarecer qué significa realmente conquista de la Naturaleza por parte del hombre, y en particular el estadio final de la conquista. El estudio final se alcanzará cuando el Hombre, por medio de la eugenesia, el condicionamiento prenatal y la instrucción y la propaganda basadas en una perfecta psicología aplicada, consiga el pleno control sobre sí mismo.
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