domingo, 23 de mayo de 2010

La abolición del hombre (9)

II. EL CAMINO

Es sobre el tronco sobre
lo que actúa el caballero.
[CONFUCIO, Analects I, 2]

El resultado práctico de la educación en el espíritu del Libro Verde debe ser la destrucción de la sociedad que lo acepta. Pero esto no es necesariamente una refutación del subjetivismo de los valores en cuanto teoría. La doctrina verdadera podría ser una doctrina cuya aceptación implique la muerte. Nadie que hablare desde el interior de Tao podría rechazarla por esa razón: Pero todavía no hemos llegado a ese punto. La filosofía de Ticio y Cayo contiene dificultades teóricas.

Por muy subjetivistas que sean respecto a algunos valores tradicionales, por el simple hecho de haber escrito el Libro Verde, Ticio y Cayo han demostrado que debe haber valores respecto de los cuales no son en absoluto subjetivistas. Ellos escriben con la finalidad de producir en la generación nuevos ciertos estados de espíritu, si no porque los consideran intrínsecamente buenos y justos, es ciertamente porque los consideran el medio para llegar a un estado de la sociedad que consideran deseable. No sería difícil entresacar de varios pasajes del Libro Verde cuál es su idea. Pero no hace falta. Deben tenerlo pues en caso contrario este libro (cuya intención es puramente práctica) habría sido escrito sin ningún objeto. Además tal fin debe tener a los ojos de los autores un valor real. Evitar llamarlo y utilizar, en vez de eso, calificativos como "necesario", "progresivo" o "eficaz" sería un subterfugio. Pero eso no termina ahí pues inmediatamente surgen las preguntas: "¿necesario para qué?", "¿progresivo hacia dónde?", "¿eficaz de qué?". Como último recurso tendrían que admitir que un cierto estado de cosas, que, según ellos, es bueno para sí mismo. Y esta vez no podrían admitir que "bueno" exprese simplemente sus sentimientos al respecto. Esto es así porque el objetivo de su libro es inducir al joven lector a partircipar en su opinión y esto sería necio o deshonesto a menos que ellos sostuviesen que su opinión es de algún modo válida y correcta. De hecho se descubrirá que Ticio y Cayo sostienen, con un dogmatismo absolutamente acrítico, el entero sistema de valores que estuvo efectivamente de moda entre los jóvenes de instrucción modesta de las clases profesionales en el periodo de entreguerras. Su escepticismo en materia de valores es un espcepticismo en la superficie, vale solo para los valores de los demás Respecto a los valores vigentes en su ámbito son todo lo contrario que escépticos. Se trata de un fenómeno muy frecuente. Gran parte de aquellos que critican desenmascarademente los valores tradicionales o, como ellos les gusta decir, "sentimentales" gravitan sobre unos valores propios que consideran inmunes al proceso de crítica. Pretenden cortar el crecimiento parasitario de las emociones, de las sanciones religiosas, de los tabúes hereditarios, para hacer que emerjan valores "reales" o "fundamentales". Trataré ahora de descubrir qué ocurrirá si este tentativo fuera, en verdad, llevado a la práctica.

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