sábado, 29 de mayo de 2010

La abolición del hombre (26)

No perdamos las cosas explicandolas

Nada de lo que yo pueda decir impedirá que algunos consideren este ensayo como un ataque a la ciencia. Por supuesto, niego esta interpretación acusatoria: y los verdadero Filósofos Naturales (algunos de ellos viven actualmente) se darán cuenta de que al defender los valores estoy defendiendo, entre otras cosas (inter alia), el valor del conocimiento, que estaría destinado a morir, como cualquier otro valor, en el momento en que se cortaran las raíces del Tao. Pero puedo llegar más lejos. Me atrevo a sugerir que el remedio puede venirnos de la misma ciencia.

Antes definí como "un pacto con el diablo", es decir brujería, el proceso por el cual el hombre va poniendo en manos de la Naturaleza objeto tras objeto, hasta llegar a sí mismo, a cambio de obtener el poder. Hablaba en serio. El hecho de que el científico lograse el éxito allí donde el brujo fracasó ha hecho que, en la mentalidad popular, aparezca tal diferencia entre la idea del científico y la idea del brujo que se malentiende la verdadera historia del nacimiento de la Ciencia. Es fácil encontrar quien escriba del siglo XVI como si la Magia fuese un residuo superviviente de la época medieval y que, por el contrario, la Ciencia era la novedad que venía a expulsarla. Cualquiera quey haya estudiado esa época está mejor informado. En el medioevo se practicaba poquísima magia. Son los siglos XVI y XVII los que representan el apogeo de la magia. La práctica mágica seria y la práctica científic seria son hermanas gemelas: una nació enferma y murió, la otra fuerte y prosperó. Pero eran gemelas: habían nacido del mismo impulso. Admito que algunos (ciertamente no todos) entre los primeros científicos estaban animados por un puro amor al conocimiento. Pero si consideramos el carácter de la época en su conjunto, podemos advertir con claridad el impulso del que estoy hablando.

Hay algo que unifica la magia con la cienci aplicada y separa ambas de la "sabiduría" de los tiempos antiguos. Para los sabios del pasado la cuestión clave era cómo adecuar el alma a la realidad, y la solución era el conocimiento, la autodisciplina y la virtud. Tanto para la magia como para la ciencia aplicada el problema es cómo someter la realidad a los deseos del Hombre, y la solución está en una técnica. Y las dos, para poner en práctica esa técnica, están dispuestas a hacer cosas que hasta ahora fueron consideradas ingratas e impías, como desenterrar y mutilar cadáveres.

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