lunes, 24 de mayo de 2010

La abolición del hombre (18)

Sin duda puede suceder que en algunos casos particulares resulte difícil distinguir dónde acaba la legítima crítica interna y dónde comienza la inevitable especulación externa. Pero siempre que un concepto cualquiera de la moral tradicional sea sencillamente retado a presentar sus credenciales, como si el peso de la prueba recayere sobre él, hemos tomado la postura equivocada. El reformador en cuestión contrasta con otro precepto que sus defensores afirman que es más fundamental, o que ese precepto no encarna realmente el juicio de valor que afirma encarnar. El ataque frontaal directo: "¿Por qué?", "¿Para qué sirve", "¿Quién lo ha dicho?", no es admisible nunca, pero no porque sea tosco o injurioso, sino porque no hay ningún valor que se puede justificar de ese modo. Insistiendo por ese camino se destruirán todos los valores, destruyendo así a la vez tanto la cosa criticada como las bases de nuestra propia crítica. No se puede poner una pistola apuntando a la cabeza del Tao. Tampoco debemos retrasar la obedicencia a un precepto hasta que hayamos comprobado sus credenciales. Sólo los que practican el Tao lo entenderán. Sólo el hombre bien criado y educado, el cuor gentil, y sólo él, es quien puede reconocer la razón cuando llega. Es Pablo, el Fariseo, el hombre "irreprensible en cuanto a la Ley" quien sabe dónde y cuándo es defectuosa la Ley.

Con el fin de evitar malentendidos, puedo añadir que aunque yo mismo soy Teísta, y más concretamente un cristiano, no estoy en momentos defendiendo solapadamente la causa del Teísmo. Estoy simplemente afirmando que, si tenemos que tener valores, debemos aceptar los lugares comunes de la Razón práctica como si tuviesen validez absoluta. Afirmo igualmente que, en e caso en que nos sintamos excépticos respecto a los valores, cualquier intento de reintroducirlos a un nivel más bajo sobre bases supuestamente más realistas, está destinado al fracaso. La cuestión de si esta posición implica un origen sobrenatural del Tao es algo de lo que no me ocupo ahora.

¿Pero quién pensará que es posible que la mente moderna acepte las conclusiones a que hemos llegado? Parece que este Tao que debemos tratar como un absoluto es sencilamente un fenómeno como tantos otros: el reflejo que en la mente de nuestros antepasados produjo el ritmo agreste en que vivían o quizá un reflejo simplemente de su fisiología. Ya sabemos en teoría cómo se han producido tales cosas. Pronto lo sabremos con detalle. Por último alcanzaremos conocimientos suficientes para producirlo a voluntad. Naturalmente, cuando no sabíamos cómo estaban hechas las cosas, aceptábamos esta dotación mental como un dato, o incluso como un maestro. Pero muchas cosas de la naturaleza que en un tiempo fuero nuestros maestros son hoy nuestros siervos. ¿Por qué no va a pasar lo mismo con el Tao? ¿Por qué debería detenerse nuestra conquista de la naturaleza, y quedar tontamente sujeta, frente a este definitivo y durísmo trozo de "naturaleza" que ha sido llamado hasta ahora la conciencia del hombre? Nos amenazáis con oscuros desastres si tenemos la osadía de poner siquiera un pie fuera de ella. Pero ya hemos sido amenazados muchas veces del mismo modo por los oscurantismos a cada paso de nuestro camino de avance, y siempre la amenaza se ha demostrado falsa. Nos decís que si salimos del Tao no tendremos valores. Magnífico. Probablemente descubriremos que podemos caminar con soltura incluso sin valores. Consideramos todas las ideas de aquello que debemos hacer, simplemente como una interesante supervivencia psicológica: salgamos finalmente de todo esto y comencemos a hacer lo que nos plazca. Decidamos por nuestra exclusiva cuenta y riesgo qué es lo que debe ser el hombre y hagamos que sea efectivamente así: no sobre la base de valores imaginarios, sino porque nos da la gana que lo sea. Después de haber dominado todo lo que nos rodea, dominémoslo ya hoy a nosotros mismos y elijamos nuestro destino.

Se trata de una posición muy verosímil. Los que la sostienen no pueden ser acusados de contradicción como los tibios escépticos que esperan aún descubrir valores "reales" después de haber criticado desenmacadoramente los valores tradicionales. La nueva posición equivale a rechazar el concepto de valor. Necesitaré otra conferencia para examinarla.

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