viernes, 28 de mayo de 2010

La abolición del hombre (23)

Y, sin embargo, los condicionadores actuarán. Diciendo, como acabo de decir, que todos sus motivos deseparecerán, hubiera podido añadir: todos los motivos, menos uno. Todos los motivos que no tengan más validez que la de su emotividad en un momento dado, desaparecerán. Todo, menos el sic volo, sic jubeo, será elimanado. Y lo que no ha tenido nunca pretensiones de objetividad no puede ser destruido por el subjetivismo. El impulso de rascarme cuando tengo picor o de criticar cuando me meto en asuntos ajenos no tiene nada que ver con aquello que por el contrario involucra mi sentido de la justicia, o del honor, o mi interés por la posteridad. Cuando todo aquello que me lleva a decir "es bueno" ha sido criticado desenmascadoramente no queda nada más que lo que me impulsa a decir "quiero". Esto no puede ser demolido o "analizado en profundidad" pues nunca pretendió tener justificación. Por tanto los condicionadores deberán llegar a un pnto en que estén motivados exclusivamente por su propio placer.

Aquí no se trata de la influencia corruptora del poder, ni del temor a que por ese camino nusetros condicionadores degeneren. Las mismas palabras corrupto y degenerado implican un juicio de valor y por eso en esete contexto no significan nada. Mi punto de vista es que los que se sitúan fuera de todo juicio de valor no tienen ninguna base sobre la que elaborar una preferencia de uno de sus impulsos frente a otro, salvo la fuerza emotiva del mismo impulso.

Podemos esperar legítimamente que entre los impulsos surgidos en mentes tan vaciadas de todo motivo "razonable" o "espiritual", algunso serán benévolos. Por mi prte, dudo mucho que los impulsos benevolos, despojados de todo preferencia y fortaleza que el Tao nos enseña a darles, y dejados a su fuerza y influencia. Dudo seriamente que la historia nos ofrezca algún ejemplo de un hombre que, habiendo abandonado la moralidad tradicional para hacerse con el poder, se haya servido de él en buena dirección. Me inclino más bien a pensar que los condicionadores odiarán a los condicionados. Por mucho que consideren que la conciencia artificial que producen en sus sujetos es una ilusión, se darán cuenta de cómo esa conciencia o esa ilusión crea en nosotros un sentido de la vida que contrasta aventajándola con la futilidad de la de ellos: y nos envidiarán como los eunucos envidian a los hombres. Pero no quiero insistir sobre este punto porque se trata de una mera conjetura. Lo que no es conjetura es que nuestra esperanza, incluso la esperanza de una felicidad "condicionada" se apoya sobre loq eu ordinariamente se llama "casualidad": la casualidad de que los impulsos benévolos puedan, en conjunto, prevalecer en nuestros condicionadores. En efecto, sin el juicio "la benevolencia del bien" -es decir, sin retornar al Tao- los condicionadores no tienen ningún fundamento para promover o alimentar tales impulsos en vez de otros. Sobre la base de la lógica de su posición no deberán hacer otra cosa que tomar sus impulsos como vengan, al acaso, al azar. Y aquí Acaso significa Naturaleza. Los motivos de los condicionadores brotarán de la herencia, de la digestión, del clima, de las asociaciones de ideas. Su extremo racionalismo "buscando razones escondidas" a través de cada motivo "razonable" los hace criaturas de un comportamiento totalmente irracional. Si no obedecéis al Tao, y no os suicidáis, la única dirección que queda es la de la obediencia al impulso (y por tanto, a largo, a la simple "Naturaleza").

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