III. LA ABOLICIÓN DEL HOMBRE
Repentinamente se abrió camino en mi cabeza
el pensamiento inquietante de que
dijere lo que dijere y por mucho que me adulara
una vez que hubiera conseguido arrastrarme a su casa
me habría vendido de esclavo.
[BUNYAN]
¿El poder del hombre sobre la naturaleza?
"La conquista de la Naturaleza por parte del hombre": he aquí una expresión que se utiliza a menudo para definir el progreso de la ciencia aplicada. "El hombre ha vencido a la Naturaleza", observó alguno, hace tiempo, con un amigo mío. En el contexto, estas palabras tenían cierta trágica belleza porque quien las había pronunciado estaba a punto de morir de tuberculosis. "No importa", añadió. "Sé que soy uno de los caídos. Naturalmente habrá caídos tanto del bando de los vecedores como del bando de los vencidos. Pero esto no cambia el hecho de que se venza". He elegido esta anécdota como punto de partida para dejar claro que no pretendo denigrar lo mucho de verdaderamente benéfico que hay en el proceso denominado "conquista del Hombre", y mucho menos pretendo menospreciar los numerosos casos de auténtica entrega y sacrificio que lo han hecho posible. Pero ahora debo proceder a analizar el asunto un poco más de cerca. ¿En qué sentido tiene el Hombre un poder cada vez más amplio sobre la Naturaleza?
Tomemos en consideración tres ejemplos característicos: el avión, la radio y los contraceptivos. En una sociedad civil y en tiempos de paz, cualquiera que pueda pagar puede servirse de estas tres cosas. Pero no sería correcto afirmar que al hacerlo ejercite un poder particular o individual sobre la Naturaleza. Si yo te pago para que me lleves sobre tus hombros, no soy más fuerte por eso. Las tres o una de las cosas que he citado pueden ser substraídas a algunas personas por otras personas: por los que venden, por los que permiten la venta, por los que disponen de las fuentes de producción o por los que fabrican la mercancía. Lo que llamamos poder del hombre es, en realidad, un poder que tienen algunos hombres y del cual pueden o no permitir que otros hombres se sirvan. Más aún, por lo que respecta a los poderes que se concretan en el avió o en la radio el Hombre no es sólo detentador de ese poder, sino que es también dependiente o sujeto pues puede ser blanco sobre el que caigan las bombas o la propaganda. Y por lo que respecta a los contraceptivos, hay una paradoja negativa por la cual todas las posibles generaciones futuras dependen o son sujeto de un poder detentado por quien ya está vivo en el presente. Por medio de la simple contracepción les es negada la existenciia, y por medio de la contracepción entendida como instrumento de reproducción selectiva, son forzadas a ser lo que otra generación, por sus propias razones, elija. Y esto sin que sean llamados a expresar su opinión. Desde este punto de vista, lo que se denomina poder del Hombre sobre la Naturaleza resulta ser un poder ejercido por algunos hombres sobre otros hombres teniendo a la Naturalez como instrumento.
Naturalmente, es un lugar común lamentarse de que hasta ahora los hombres han usado mal y contra sus propios semejantes el poder que les ha dado la ciencia. Pero no es esto lo que me interesa. No trato de corrupciones o abusos concretos a los que se podría poner remedio con un aumento de moralidad: trato de aquello que es en su esencia y fundamento aquello que se denomina "poder del Hombre sobre la Naturaleza". No cabe duda de que la situación cambiaría si las materias primas y las fábricas fuesen de propiedad pública y además hubiera control público sobre la investigación científica. Pero, salvo que tenga lugar el estado mundial, eso significaría de nuevo poder de una nación sobre otras. Incluso dentro de un estado mundial o de la nación significaría (teóricamente) poder de la mayoría sobre la minoría, y, en la práctica, poder del gobierno sobre el pueblo, y todo ejercicio del poder, significaría a largo plazo, sobre todo en el campo de la reproducción, el poder de las generaciones precedentes sobre las sucesivas.
Tomemos en consideración tres ejemplos característicos: el avión, la radio y los contraceptivos. En una sociedad civil y en tiempos de paz, cualquiera que pueda pagar puede servirse de estas tres cosas. Pero no sería correcto afirmar que al hacerlo ejercite un poder particular o individual sobre la Naturaleza. Si yo te pago para que me lleves sobre tus hombros, no soy más fuerte por eso. Las tres o una de las cosas que he citado pueden ser substraídas a algunas personas por otras personas: por los que venden, por los que permiten la venta, por los que disponen de las fuentes de producción o por los que fabrican la mercancía. Lo que llamamos poder del hombre es, en realidad, un poder que tienen algunos hombres y del cual pueden o no permitir que otros hombres se sirvan. Más aún, por lo que respecta a los poderes que se concretan en el avió o en la radio el Hombre no es sólo detentador de ese poder, sino que es también dependiente o sujeto pues puede ser blanco sobre el que caigan las bombas o la propaganda. Y por lo que respecta a los contraceptivos, hay una paradoja negativa por la cual todas las posibles generaciones futuras dependen o son sujeto de un poder detentado por quien ya está vivo en el presente. Por medio de la simple contracepción les es negada la existenciia, y por medio de la contracepción entendida como instrumento de reproducción selectiva, son forzadas a ser lo que otra generación, por sus propias razones, elija. Y esto sin que sean llamados a expresar su opinión. Desde este punto de vista, lo que se denomina poder del Hombre sobre la Naturaleza resulta ser un poder ejercido por algunos hombres sobre otros hombres teniendo a la Naturalez como instrumento.
Naturalmente, es un lugar común lamentarse de que hasta ahora los hombres han usado mal y contra sus propios semejantes el poder que les ha dado la ciencia. Pero no es esto lo que me interesa. No trato de corrupciones o abusos concretos a los que se podría poner remedio con un aumento de moralidad: trato de aquello que es en su esencia y fundamento aquello que se denomina "poder del Hombre sobre la Naturaleza". No cabe duda de que la situación cambiaría si las materias primas y las fábricas fuesen de propiedad pública y además hubiera control público sobre la investigación científica. Pero, salvo que tenga lugar el estado mundial, eso significaría de nuevo poder de una nación sobre otras. Incluso dentro de un estado mundial o de la nación significaría (teóricamente) poder de la mayoría sobre la minoría, y, en la práctica, poder del gobierno sobre el pueblo, y todo ejercicio del poder, significaría a largo plazo, sobre todo en el campo de la reproducción, el poder de las generaciones precedentes sobre las sucesivas.
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