El pequeño animal humano no tiene desde el principio las reacciones rectas. Debe ser acostumbrado a sentir placer, inclinación, disgusto u odio por las cosas que efectivamente so placenteras, amables, molestas u odiosas. En la República el joven bien criado es auqel que "ve con la máxima claridad lo que falla en las obras defectuosas del hombre o en las malformaciones de las obras de la naturaleza, y con justa repulsa desprecia y odia lo feo desde sus primeros años y alaba entusiasta la belleza, dándole cabida en su corazón y nutriéndose con ella hasta hacerse un hombre de un corazón gentil. Todo esto antes de llegar a la edad de la razón, de modo que cuando, por fin, la Razón le llega, entonces así como ha sido nutrido, tenderá las manos para acogerla y la reconocerá gracias a la afinidad que lo asemeja a ella". En el primitivismo hinduísmo la conducta de los hombres que pueden ser llamados buenos consiste en el conformarse, o casi en el participar, al Rta, el gran ritual o esquela de lo natural y lo sobrenatural que se revela tanto en el orden cósmico, c omo en las virtudes morales o en el ceremonial del templo. Recititud, corrección, orden, la Rta se identifica constantemente con la Satya o verdad, con la correspondencia a la realidad. Así como Platón decía que el Bien estaba "más allá de toda existencia" y Wordsworthd decía que las estrellas eran más fuertes por la virtud, así también los maestros indios dicen que los mismos dioses han nacido de la Rta y la obedecen.
A su vez los chinos hablan de una cosa grande (la cosa más grande) llamado el Tao. Este es la realidad más allá de todos los predicados, el abismo que existía con anterioridad al mismo Creador. Es la Naturaleza, el Camino, el Sendero. Es el camino por el que procede el universo, el camino por el que constantemente emergen las cosas, silenciosas y tranquilas, en el espacio y en el tiempo. Y es también el camino que todo hombre debería recorrer e imitación de aquella progresión cósmica y supracósmica, conformado toda actividad a aquel gran modela. "En el ritual, se dice en los Analects, es la armonía con la naturaleza la que es apreciada". Del mismo modo, los antiguos hebreos alaban la Ley por su ser "verdadera".
A esta concepción en todas sus formas, platónicas, aristotélica, estoica, cristiana y oriental, la llamaré de ahora en adelante, para abreviar, simplemente Tao. Algunos de los fragmentos que he citado quizá a algunos puedan parecer algo curiosos o incluso mágicos. Es la doctrina del valor objetivo, la convicción de que algunos comportamientos son realmente verdaderos, y otros realmente falsos, en relación al tipo de realidad que es el universo y al tipo de realidad que somos nosotros. Los que conocen el Tao pueden sostener que llamar deliciosos a los niños y venerables a los ancionos no significa solamente registrar un hecho psicológico en torno a nuestras emociones paternales o filiales del momento, sino reconocer una realidad que reclama de nosotros una respuesta determinada, respuesta que nosotros podemos dar o no. Personalmente, yo no encuentro gusto en la sociedad de niños, pero si hablo desde el interior del Tao lo reconozco como un defecto mío, de modo semejante a como otra persona quizá deba reconocer que es sordo para la música o ciego para los colores. Y puesto que nuestros consensos y disensos son pues reconocimientos de un valor objetivo o reacciones a un orden objetivo, entonces los estados de ánimo pueden estar en armonía con la razón (cuando sentimos inclinación hacia aquello que debe ser aprobado) o en la disarmonía con la razón (cuando nos damos cuenta que no somos capaces de sentir la inclinación debida). Ninguna emoción es, por sí misma, un juicio. En este sentido, todas emociones y todos los sentimientos son alógicas. Pero pueden ser razonables o irrazonables según se conformeno no con la Razón. El corazón no podrá tomar nunca el lugar de la cabeza, pero, puede, y debería, obecerla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario