jueves, 20 de mayo de 2010

La abolición del hombre (2)

En un segundo capítulo, Ticio y Cayo cuentan la célebre historia de Coleridge y de la cascada. Recordaréis que estaban presentes dos turistas: el primero la definía de "sublime" y el segundo de "hermosa"; y que Coleridge aprobaba interiormente el primer juicio y rechazaba con disgusto el segundo. Ticio y Cayo comentan lo siguiente: "Diciendo es sublime, el hombre hacía aparentemente una observación sobre la cascada... En realidad su observación no era sobre la cascada, sino sobre sus propios sentimientos. En realidad lo que trataba de decir era experimento sentimientos que en mi mente se encuentran asociados a la palabra "sublime", o dicho más brevemente, experimento setimientos sublimes". He aquí un modo verdaderamente expeditivo de liquidar un buen número de cuestiones cruciales. Pero los autores no han terminado todavía, sino que añaden: "Este tipo de confusiones es muy propio del lenguaje corriente. Parecemos decir algo muy importante sobre alguna cosa, y en realidad estamos únicamente hablando de nuestros sentimientos".

Antes de afrontar las cuestiones realmente suscitadas por este importantísimo fragmento (destinado, como recordáis, a "los últimos años de la escuela elemental"), debemos apuntar un equivocación en que han caído Ticio y Cayo. Incluso desde el punto de vista de ellos -desde el punto de vista de cualquiera- el hombre que dice es sublime no podrá nunca querer decir experimento sentimientos sublimes. Incluso admitiendo que cualidades como la sublimidad pudieran ser simple y únicamente proyectadas sobre las cosas por nuestras propias emociones, las emociones que darían lugar a la proyección serían el correlativo y, por tanto, casi opuesto a la realidad proyectada. Los sentimientos que inducen a una persona a decir que algo es sublime no son sentimientos sublimes, sino sentimientos de veneración. Si es sublime debiera ser relacionado con una afirmación sobre los experimentos del que habla, la trasposición justa sería un experimento de sentimientos de humildad. Aplicado hasta el final, el punto de visto de Ticio y Cayo conduciría a absurdos evidentes, haciendo afirmar que tú eres despreciable significa experimento sentimientos despreciables: en otros términos, que tus sentimientos son despreciables significa mis sentimientos son despreciables. Pero no hace falta que nos detengamos más sobre este verdadero pons animorum sobre lo que no ha sido otra cosa que una mera distracción.

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